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Cimadevilla pidió al Comité Nacional una definición respecto del balotaje de noviembre

                  Buenos Aires, 23 de octubre de 2023.

 

AL SEÑOR PRESIDENTE DEL COMITÉ NACIONAL

DE LA UNIÓN CÍVICA RADICAL

CPN GERARDO MORALES.

SU DESPACHO:

 

Me dirijo al señor presidente del Comité Nacional, en mi condición de afiliado y militante de la Unión Cívica Radical, en virtud del resultado alcanzado por el frente electoral “Juntos por el Cambio” (que nuestro centenario partido integraba) en la contienda electoral del día de ayer, 22 de octubre de 2023.

Expuestos a los guarismos -ya de dominio público-, es fácil concluir que el favor del electorado no ha acompañado ni la propuesta electoral ni la persona ofrecida por “Juntos por el Cambio” para encarnar dicha propuesta como candidata a la Presidencia de la Nación.

Entiendo que -de momento- resulta inoportuno -por inoficioso- debatir en el seno de la Unión Cívica Radical sobre el atractivo que, para la ciudadanía, pudo tener el ofrecimiento de una propuesta electoral que:

  1. a) políticamente se centró en el odio y la vocación de exterminio de una corriente partidaria del frente oficialista;
  2. b) económicamente se pronunció por un “plan de estabilización fiscal”, nunca bien ni claramente explicitado, que conllevaba un “ajuste” que se materializaba en la quita de subsidios de todo tipo, con el consiguiente aumento de tarifas de servicios esenciales (electricidad, gas,  etc.), sin análisis alguno sobre los verdaderos “costos” de esos servicios (situación que sólo beneficiaría a una nueva oligarquía nacional nacida al amparo de las privatizaciones de Menem -apoyada por algunos de nuestros socios-, la “oligarquía de los concesionarios”, dejando a la ciudadanía toda a merced de la ruindad y la avaricia de estos nuevos actores económicos, que tornaría mucho más difícil -la ya difícil- situación económica de la mayoría de la población y
  3. c) un “plan de seguridad” fundamentalmente centrado en la represión, con proyectos ciertamente peyorativos (como la construcción de un penal de máxima seguridad al que se adjudicaría el nombre de una ex presidente de la Nación, actual vice presidente en funciones) o directamente desopilantes, que no superarían el más tibio test de control de constitucionalidad (como la grabación de las conversaciones entre imputados y abogados defensores); plan que obviaba la indagación sobre las causas que generan la inseguridad.

Tampoco puede soslayarse que, tanto la propuesta electoral como la candidata llamada a personificarla, reconocen su génesis en el indiscutible predominio que uno de los socios fundadores del frente electoral “Juntos por el Cambio”, el PRO, siempre tuvo sobre los dos restantes, la Unión Cívica Radical y la Coalición Cívica.

Es más, la candidatura presidencial se dirimió en internas cainitas del principal integrante del frente, generosamente financiadas con recursos públicos y privados no siempre totalmente transparentados, aportados por ese socio preeminente.

Nuestro centenario partido, forjado en la lucha por la defensa de “los desposeídos” y en la fuerza moral de la “abstención revolucionaria”, mansamente ha tolerado la incorporación de neófitos improvisados, arribistas, oportunistas sin trayectoria partidaria ni experiencia en la gestión de los asuntos públicos, forasteros de la política que sólo han aportado popularidad por su actuación como panelistas o comentaristas televisivos, más proclives al escándalo y espectáculo mediático que a la severa y prudente reflexión política, dispuestos a jugar con fuego en un gigantesco polvorín, sin prever ni medir consecuencias (la interna de “Juntos por el Cambio” que consagró candidato al gobernador electo de la provincia de Santa Fe, Maximiliano Pullaro, es un claro ejemplo de cuanto aquí señalo).

Llegados a esta instancia, seguramente por la responsabilidad de todos, en la que “Juntos por el Cambio” ha quedado excluido de la disputa por la Jefatura de la Nación, tengo para mí que la Unión Cívica Radical debe expresarse con claridad en relación a los dos proyectos que se disputan la Presidencia de la República, aun cuando en el seno del partido coexistan posiciones diferentes respecto del abordaje de los diferentes problemas que afectan a la Nación.

Ninguna originalidad tengo si advierto que, frente a este panorama, no se puede -ni se debe- asumir una posición vacilante o irresoluta, en función de los proyectos que se someten a la consideración y elección de la ciudadanía.

La política es, en definitiva, la confrontación de ideas y proyectos dentro de un sistema, en nuestro caso, representativo, republicano y federal.

El 19 de noviembre próximo se someterán al electorado dos propuestas.

Una -que, si bien se impuso numéricamente en las PASO por sobre los otros ofrecimientos políticos, obtuvo el segundo lugar en la elección general-, encarnada por fundamentalistas del mercado que desprecian la necesaria función reguladora del Estado, aborrecen la educación y la salud públicas, rechazan la soberanía monetaria, cuestionan el necesario apoyo estatal a la investigación técnica, científica y cultural. Esta propuesta está personalizada en candidatos sin trayectoria política y, por ello, sin conocimiento del funcionamiento y administración de los asuntos públicos -con la extrema complejidad que éstos tienen- productos -todos ellos- de incontables minutos de televisión y fraguados en redes sociales en las que, impunemente, se puede decir y hacer cualquier cosa sin medir ni responder por las consecuencias de esos actos. Este proyecto (que propicia ideas tan disparatadas como la venta privada de órganos, la renuncia voluntaria a la responsabilidad parental por parte del progenitor varón, la ruptura de las relaciones diplomáticas con la Santa Sede, entre muchos otros dislates) consagra propuestas económicas de carácter totalmente aperturista al comercio exterior, atentatorias de la subsistencia de nuestra pequeña y mediana industria nacional -empleadora por excelencia de trabajadores argentinos- y propuestas de reformas extremistas de la legislación tributaria, laboral, previsional, sindical, de obras sociales, de seguridad y de la Administración General del Estado que no harán otra cosa que aumentar al máximo la incertidumbre política (que condiciona la inversión y, con ello, el trabajo y el desarrollo económico del país), con grave riesgo de gobernabilidad. Tampoco resulta ocioso señalar -por preocupante- el sesgo marcadamente intolerante y autoritario del discurso de sus principales candidatos, más proclives a la denostación que al diálogo imprescindible para alcanzar consensos, los que serán fundamentales -entre todas las fuerzas políticas- para superar la difícil situación económica, social y de seguridad en la que se encuentra la Nación.

La otra -que se impuso numéricamente en la elección general- está constituida por un frente electoral que tiene por columna vertebral al Partido Justicialista, con sus distintas vertientes (corrientes partidarias, sindicales y sociales); partido político con el que históricamente la Unión Cívica Radical se ha enfrentado, sosteniendo posiciones irreductibles que nos sumieron en confrontaciones salvajes, afortunadamente morigeradas desde hace más de cincuenta años con el abrazo, de sus entonces grandes líderes, Perón-Balbín y la convocatoria a la unidad nacional efectuada por el último líder radical, el doctor Raúl Alfonsín, para “recuperar la democracia”. Esta propuesta -en estas circunstancias- ofrece al electorado un proyecto de gobierno y de país más afín -si se quiere- al tradicional ideario de la Unión Cívica Radical; por cuanto sostiene la defensa de la educación pública (sin dejar de reconocer que han incurrido, en algunas circunstancias, en el adoctrinamiento y en la partidización de la educación y del accionar sindical), la salud pública, el apoyo estatal a la investigación científica y técnica, la soberanía monetaria, la defensa de la producción y de la industria nacional y la necesaria ayuda estatal en auxilio de aquellos que se encuentran en situación de vulnerabilidad social, entre otros aspectos. Ese proyecto, según ha explicitado quien ha sido llamado a encarnarlo -el candidato presidencial-, reconoce la necesidad de formular una convocatoria a todas las fuerzas políticas en busca de escenarios que permitan superar la crisis que afecta a la Nación; convocatoria que sólo será posible si se está realmente dispuesto a aceptar -además de la bienintencionada crítica- la necesidad de efectuar serias y profundas correcciones a muchas de las políticas públicas seguidas por el gobierno actual -señalamientos éstos ya efectuados por varios de los históricos y tradicionales correligionarios-.

Nuestro partido, señor presidente del Comité Nacional, nace a la vida política en 1890 para luchar contra el autoritarismo político, terminar con un régimen electoral fraudulento, realizar los cambios en materia económica, política y social que la Argentina de entonces necesitaba y poner fin a la falta de respuesta gubernamental a las necesidades de las clases populares “los desposeídos”; Leandro N. Alem, Hipólito Yrigoyen, Juan B. Justo estaban entre esos revolucionarios de 1890, hombres todos que -luego- lideraron grandes partidos, actores fundamentales en los procesos de transformación política del país.

Hoy, señor presidente del Comité Nacional, nuestro centenario partido carece de un líder político como lo fue el doctor Raúl Alfonsín, es decir, no tiene entre sus filas un individuo carismático, con especiales dotes de comunicación y con capacidad de influir positivamente en otros y de movilizar a gran parte de la sociedad en torno a un objetivo que sea ampliamente compartido por la ciudadanía. Hoy, nuestro centenario partido sólo tiene dirigentes, hombres y mujeres con habilidades de gestión, capaces de tomar decisiones, de implementar políticas concretas y de desarrollar estrategias a corto y mediano plazo; sin embargo, esta falta de liderazgo no puede ser excusa para poner en jaque el protagonismo que la Unión Cívica Radical debe tener en esta instancia decisiva de la vida política nacional, en especial, por la imperiosa exigencia de moralidad personal y ética pública en el accionar de quienes conduzcan los asuntos e intereses de la Nación.

En síntesis, señor presidente del Comité Nacional, en las actuales circunstancias de la vida política nacional, no se puede actuar con mezquindad y, entonces, limitar la actuación del partido a la discusión sobre integración de listas y distribución de cargos.

La Unión Cívica Radical tiene, en varias provincias, dirigentes radicales con trayectoria y experiencia política que han logrado ya posicionarse en la titularidad de los ejecutivos provinciales (Gustavo Valdés en la provincia de Corrientes, Maximiliano Pullaro en la provincia de Santa Fe; Carlos Sadir en la provincia de Jujuy; Leandro Zdero en la provincia de Chaco, Alfredo Cornejo en la provincia de Mendoza); a ello hay que sumar cientos de intendentes distribuidos en todas las provincias; senadores y diputados nacionales y legisladores provinciales. Esto significa que nuestro centenario partido -aun sin liderazgo- tiene capacidad concreta para hacer oír su voz, priorizando los supremos intereses nacionales sobre las “conveniencias” o “sistema de intereses” partidarios, frentistas o personales.

La protección del patrimonio nacional, de los recursos naturales y energéticos, la defensa de las empresas públicas nacionales de producción de bienes y prestación de servicios (representativas del ahorro de varias generaciones de argentinos), la integración regional y la cooperación entre los países latinoamericanos, la defensa de la educación y la salud públicas son principios y políticas que integran el ideario radical y, en función de ello, el partido debe expresarse con claridad y firmeza respecto de qué proyecto político -de los dos que compiten el 19 de noviembre- es el que mejor contempla los intereses defendidos y sostenidos históricamente por nuestro partido. Guardar silencio (por conveniente que ello pueda considerarse), nos hará moralmente corresponsables de las previsibles graves consecuencias que, para la paz social y política de la Nación, acarreará un gobierno de excéntricos, más cercanos a la alienación y a la insensatez que al talento y a la prudencia que el ejercicio del poder político exige.

Sin otro particular, me es grato saludar al señor presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical, con mi mayor consideración.

 

             MARIO JORGE CIMADEVILLA

      (ex Senador de la Nación – ex Consejero de la

       Magistratura del Poder Judicial de la Nación).

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