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Ricardo Balbín: cómo pasó de ser acérrimo antiperonista a estar a un paso de integrar una fórmula con Perón

El caudillo radical nació el 29 de julio de 1904. Fue funcionario de Yrigoyen, diputado, cuatro veces candidato a presidente y luchó contra el peronismo. Pero cuando el final de Perón estaba, lo eligió como su sucesor y derivó en la famosa frase del “Chino” (como lo apodaban) en el velorio del líder justicialista. Cara y cruz de un político de raza.

El recinto de la cámara de diputados se había convertido en el escenario de una gran batahola. El radicalismo, que en los primeros años del primer gobierno peronista se defendía con 44 diputados contra los 109 oficialistas, trataba de evitar a los gritos, insultos y amenazas, revoleando diarios de sesiones, lo inevitable: el desafuero de su jefe de bloque, Ricardo Balbín.

El miércoles 29 de septiembre de 1949 a las tres y media de la tarde estaba terminando la última sesión del período ordinario. En medio de un pesado clima político, donde la UCR corría por izquierda a un peronismo cada vez más volcado hacia la derecha, buscaban desaforarlo a partir de que un fiscal lo acusaba de ser responsable de 11 casos de desacatos contra la figura presidencial y de su esposa. Pedía un año de cárcel por cada caso, que el juez bajó a cinco.

Habían sorprendido con el tema del desafuero cuando la sesión languidecía. “No me detendré, señor presidente, en la puerta de mi casa a ver pasar el cadáver de nadie; pero tenga la seguridad que estaré sentado en la vereda de mi casa viendo pasar los funerales de la dictadura para bien del país y honor de la República y de América. Si con irme de aquí pago el precio de uno de los tantos de mi partido; si este es el precio de haber presidido este bloque magnífico que es la reserva moral del país, han cobrado barato; fusilándome, todavía no estarían a mano”, fue parte de lo que dijo entonces Balbín.

Este político de vida frugal, excelente padre de familia, del paquete y medio de cigarrillos rubios sin filtro que fumaba por día, había nacido en la calle Progreso 1127 del barrio de Constitución el 29 de julio de 1904. Supo del dolor de perder a su madre, la andaluza Encarnación Morales cuando contaba solo cuatro años. Su papá Cipriano, asturiano, encargado del coche comedor del ferrocarril del Sud, envió a sus dos hijas con tías, él se quedó con Armando, el mayor y Ricardo fue a vivir con un tío a Ayacucho, donde cursó los estudios primarios en el San Luis Gonzaga.

Junto a Arturo Frondizi, en una fotografía de 1946 cuando ambos eran diputados (Wikipedia)Junto a Arturo Frondizi, en una fotografía de 1946 cuando ambos eran diputados (Wikipedia)

Fue en ese pueblo que, junto a su amigo Manuel Solanet, vio por primera vez a Hipólito Yrigoyen, y fue atracción a primera vista. Cuando tuvo la libreta de enrolamiento, se afilió al radicalismo.

Los estudios secundarios los finalizó con diploma de honor en el Colegio de San José y alcanzó a cursar dos años de Medicina en la UBA antes de abandonar la carrera para radicarse en La Plata, a raíz de problemas económicos de su padre. En la capital provincial se recibió de abogado. Se asoció con José Delgado Moy para ejercer la abogacía. Su visión idealista lo llevó a tomar sucesiones desechando los juicios contradictorios, porque éstos lo mortificaban.

Durante el segundo gobierno de Yrigoyen fue fiscal del crimen en Mendoza. Su paso por la provincia sería recordado años después por sus enemigos. Asumió en diciembre de 1928 y los lencinistas lo acusaron de perseguidor, de secuestrar libretas de enrolamiento y de haber apañado a dos individuos acusados de torturas. También le endilgaban haber hecho la vista gorda ante el asesinato de Carlos Washington Lencinas, ex gobernador provincial.

En las elecciones de marzo de 1931 fue candidato a diputado provincial. Dentro de la UCR comenzó siendo presidente de la seccional 1ª de La Plata, luego titular de la Junta Central y presidente del comité provincia y delegado al comité nacional.

Fue candidato a presidente en cuatro oportunidades. Esta es la boleta de las elecciones de 1951Fue candidato a presidente en cuatro oportunidades. Esta es la boleta de las elecciones de 1951

En 1942 fue candidato a diputado nacional y junto a su amigo Crisólogo Larralde renunció por considerar que los comicios habían sido fraudulentos.

Su construcción política lo llevó a formar primero, por 1940, el Revisionismo Bonaerense, una línea interna opuesta al alvearismo. Estaba inclinado a la centro izquierda, en sintonía con las ideas en boga entonces, ligadas al laborismo inglés.

Eran los tiempos en que con Amílcar Mercader competían en los actos para ver quién hacía emocionar a Marcelo T. de Alvear, de lágrima fácil. Alvear le decía “pico de oro”.

“¿Quién ese feo con cara de chino que no te saca los ojos de encima?”, preguntó una amiga a Indalia Ponzetti, una maestra que viajaba en tren a dar clases a Lanús, y que solía coincidir con Balbín. Se casaron en 1928 y tuvieron tres hijos: Lía ElenaOsvaldo y Enrique. Un varón falleció de bebé.

Hincha de Gimnasia y Esgrima de La Plata –”Estudiantes es un club de oligarcas”, decía- adquirió la famosa casa de la calle 49, entre 11 y 12, donde le gustaba estar, arreglar el jardín, compartir horas en soledad con su esposa, a quien llamaba “madre”, y dedicaba los sábados al mediodía a cocinar. Las puertas de su casa siempre estuvieron abiertas. En su estudio de la planta baja, solía atender tanto asuntos jurídicos como gente común que le pedía ayuda por temas particulares.

Los medios no tuvieron compasión a la hora de criticar al presidente Illia, y Balbín también fue blanco de sus críticasLos medios no tuvieron compasión a la hora de criticar al presidente Illia, y Balbín también fue blanco de sus críticas

Cuando Juan D. Perón ya tenía sueños presidenciales y estaba a la búsqueda de radicales yrigoyenistas para formar un partido político, lo tentó a Balbín. Fue en septiembre de 1943 y dijo que no luego de escucharlo en la oficina que el militar ocupaba en el edificio de Callao y Viamonte.

En abril de 1945 en Avellaneda, Balbín y los suyos fundaron el Movimiento de Intransigencia y Renovación, de clara orientación nacionalista de izquierda. Tenía 42 años cuando fue electo diputado nacional. Tras una puja con Arturo Frondizi por la jefatura del bloque, quedó al frente de los “44 de fierro”, como se dio en llamar a los diputados radicales que eran minoría en la Cámara Baja en el primer gobierno peronista.

Le gustaba ir cada tanto al hipódromo, jugaba unos pocos boletos, ya había dejado de practicar pelota paleta y de vez en cuando iba a la cancha. Afirmaba ser católico, creer en Dios pero que asistía poco a misa.

Un joven Raúl Alfonsín escuchando atentamente a Balbín. El joven abogado de Chascomús iba a ser candidato a gobernador bonaerense en 1967Un joven Raúl Alfonsín escuchando atentamente a Balbín. El joven abogado de Chascomús iba a ser candidato a gobernador bonaerense en 1967

Cuando fue desaforado no vio otra alternativa que escapar y esconderse. Inútiles fueron los intentos de las autoridades de dar con su paradero, hasta que el coronel Filomeno Velazco, jefe de la Policía Federal, quien conocía al líder radical, dijo “no lo busquen más, Balbín irá a votar. Lo agarramos ahí”.

El 11 de marzo de 1950 se celebraron elecciones a gobernador. Balbín era el candidato junto a Héctor Noblía. A la salida de la mesa ubicada sobre la calle 14 del Palacio de Tribunales platense, fue detenido. Como el primer proceso de desacato se había abierto en Santa Fe, fue trasladado a esa ciudad con inusitada bambolla en camión celular, escoltado por una ambulancia y un camión de bomberos que hicieron sonar sus sirenas durante todo el trayecto. En la cárcel santafecina, no fue muy bien tratado.

Al tiempo, fue trasladado al pabellón de presos peligrosos del Penal de Olmos. Los internos lo trataban respetuosamente de “doctor”; no le permitían limpiar su celda ni arreglar su cama. El jefe de Depósitos Orlando Sarlo, le armó una pequeña oficina en un galpón de la cárcel, donde escribía para el diario radical Adelante. Hay unas fotografías suyas preso, que fueron tomadas por Miguel Szelagouski, quien sería intendente de La Plata durante el gobierno de Illia, con una Kodak que logró entrar disimulada como un paquete de cigarrillos.

Los malpensados aseguran que Perón lo había metido preso para opacar a la figura de Frondizi, a quien consideraba el verdadero competidor. Perón lo indultó luego de once meses; el radical lo rechazó pero, de todas maneras, quedó en libertad el 2 de enero de 1951.

Con Perón primero tuvieron un encarnizado enfrentamiento, que al radical le costó el desafuero y la cárcel. Terminaron poniéndose de acuerdo cuando el líder peronista regresó definitivamente al país. Con Perón primero tuvieron un encarnizado enfrentamiento, que al radical le costó el desafuero y la cárcel. Terminaron poniéndose de acuerdo cuando el líder peronista regresó definitivamente al país.

Se involucró en una lucha sin cuartel contra el gobierno, el que se radicalizó más, especialmente después de la muerte de Eva Perón. En las elecciones de 1952 fue nuevamente candidato a presidente junto a Frondizi. Cuando cayó Perón, se comprometió demasiado con el gobierno de la Revolución Libertadora, y el nuevo gobierno contó con algunos funcionarios radicales.

Sintió como una traición y un puñal en el alma la división del radicalismo en 1956. Nunca le perdonó a Frondizi su ambición de poder y demoró décadas en volver a hablarle. Este fue presidente gracias a los votos peronistas que pactó con Perón. Sufrió mucho esa derrota.

Quizá fue uno de los políticos que más recorrió el país. Le adjudican la autoría de la frase de “a lo largo y a lo ancho…”; era capaz de recordar a tal o cual persona de un pueblito perdido, y tenía la facilidad de conocer rápidamente con quien hablaba.

Desde el 23 de agosto de 1956 hasta su muerte fue el presidente del radicalismo. Se opuso a muchas de las medidas de Frondizi y aún es un misterio por qué no fue candidato en 1963 y prefirió mantenerse al margen. Algunos periodistas sostienen que entonces dijo que sus mayores alegrías habían sido la caída de Perón, el triunfo en la Constituyente de 1957 y la elección de Illia en 1963.

Era admirador del socialista Alfredo Palacios, y un aficionado a la mecánica -hacía arreglos menores a su castigado Chrysler 47-; mantuvo días en la puerta de su casa el Peugeot 403 cero kilómetro que unos 250 amigos compraron poniendo algunos mil y otros dos mil pesos. También renegaba cuando aparecían en su casa con cajones enviados desde el interior, con pollos, frutas, verduras y jamones. Para los que no lo conocían se sorprendían de su aspecto serio y hasta hosco, pero que en el trato podía llegar a ser muy simpático.

Los años de Illia presidente acudía a la residencia de Olivos una o dos veces por semana pidiéndole más acción al médico de Cruz del EjeBalbín, que solo habrá ido una media docena de veces a la Casa Rosada, tuvo injerencia en la formación del gabinete económico, pero no pudo convencer al presidente de cambiar el plantel superior de los funcionarios de gobierno, como tampoco que metiera mano en la política de los medios. Illia, en su visita a la Alemania nazi y a la Italia fascista en la década del 30, había quedado impactado por cómo se manipulaban los medios de comunicación, y no quiso caer lo mismo. Mientras tanto, el periodismo se ocupaba de ridiculizarlo, y no movía nada para impedirlo. Le hacía llegar sus observaciones a través de ministros, no por el vicepresidente Perette, con quien mantenía distancia en la relación.

Al día siguiente del golpe del 28 de junio de 1966, a Balbín se le escuchó decir: “No más antiperonismo”. Supo que sin un acuerdo con el peronismo no se llegaría a una estabilidad duradera.

“Dígale a Balbín que me indulte como yo lo indulté a él”, le mandó decir Perón desde su exilio madrileño. Juan Carlos Onganía, en su impericia para gobernar, provocó que miles de científicos e investigadores abandonasen el país luego de la noche de los bastones largos; también logró unir en sus reclamos a los trabajadores con los estudiantes en el Cordobazo y, en el mismo sentido, llevó a los políticos a conformar la Hora del Pueblo, en noviembre de 1970 para buscar coincidencias y así lograr una salida electoral.

Balbín, el de los trajes cruzados abrochados en el último botón y de corbatas de colores oscuros, que nunca perdió las esperanzas de ser presidente, tenía su delfín, Raúl Ricardo Alfonsín. El abogado de Chascomús había sido diputado y estaba en los planes candidatearlo a gobernador bonaerense para las elecciones de 1967.

Paulatinamente sus caminos fueron separándose, hasta que Alfonsín fundó la corriente Renovación y Cambio, porque eso es lo que reclamaban muchos afiliados. Sin embargo, no contaban que esos años de enfrentamiento con el peronismo habían concluido y que debía sellarse la reconciliación, y los únicos que podían hacerlo era Perón Balbín, no otro.

Isabel y Balbín en Olivos, junto al canciller Juan A. Vignes. Isabel y Balbín en Olivos, junto al canciller Juan A. Vignes.

Durante la dictadura de Lanusse, el ministro del Interior fue un viejo amigo, Arturo Mor Roig, un catalán radicado en San Nicolás, autor de una reforma constitucional, algunos de sus artículos fueron aplicados a la Carta Magna actual. Era un radical del Pueblo que colaboraba con un gobierno de facto. En 1974 Balbín lloraría desconsoladamente junto a sus restos, cuando fue ejecutado por Montoneros por haber sido funcionario durante la masacre de Trelew.

Finalmente, el líder justicialista regresó por unos días en noviembre de 1972. Junto a Cámpora y a su hijo Enrique, manejó su Fairline borravino hacia la residencia de Gaspar Campos, cuyos alrededores hervía de militantes. Personas que no deseaban un encuentro a solas con Perón, como estaba pautado, provocaron un descomunal embotellamiento que hizo que Balbín llegase una hora tarde a la cita. Pero no le importó. Se dirigió a la casa de los fondos, Madero 1665, saltó el cerco y así sorprendió a Perón que estaba en el jardín con otros políticos. “Balbín, nos tenemos que poner de acuerdo, representamos al 80% del país”, le dijo Perón.

Balbín comprobaba que algunas de las ideas o conceptos que proponía a Perón, éste los mencionaba en discursos o en entrevistas. Hasta colaboradores cercanos al radical fueron sondeados para armar una fórmula presidencial Perón – Balbín.

“Doctor, yo no quiero ser candidato”, le confesó el joven Fernando de la Rúa en la campaña presidencial del 23 de septiembre de 1973. “Yo tampoco”, respondió Balbín.

Pero al anciano líder le quedaba poco tiempo. Fue presidente y la gestión aceleró el final. La misma mañana de su fallecimiento quiso que se sondease la posibilidad de que, a su muerte, el poder pasase a Balbín. Dicen que José López Rega enloqueció y que Isabel se alteró. El moribundo, ya casi sin fuerzas, le aconsejó a su esposa: “Te pido que no tomes ninguna decisión importante sin consultarle antes a Balbín”.

Luego vino “este viejo adversario despide al amigo” en el Congreso de la Nación, junto al féretro. “No sería leal si no dijera también que vengo en nombre de mis viejas luchas; que por haber sido claras, sinceras y evidentes, permitieron en estos últimos tiempos la comprensión final”, remarcó. Se entusiasmó cuando el 5 de julio fue convocado a la residencia de Olivos por la flamante presidente. Conocía el último deseo del general. Pero su desilusión fue muy grande al comprobar que lo que Isabel pretendía era defender a su oscuro secretario y ministro de Bienestar Social. Al finalizar la reunión, Isabel le pidió: “Doctor, tenemos que tomar un caf锓Disculpe, señora; yo tomo te”.

Una de las fotos que le tomó Miguel Szelagouski cuando estuvo preso en OlmosUna de las fotos que le tomó Miguel Szelagouski cuando estuvo preso en Olmos

Ante la debacle del gobierno, fue muy criticado en su discurso del 16 de marzo por la noche cuando señaló que “algunos suponen que yo he venido a dar soluciones y no las tengo. Pero las hay. Es esta. La unión de los argentinos para el esfuerzo común de todos los argentinos”.

El golpe del 24 de marzo de 1976 dio paso a una dictadura que el país nunca había experimentado. Balbín sería duramente increpado por Madres de Plaza de Mayo cuando fue uno de los primeros en atreverse admitir que los desaparecidos estaban muertos. “¡Asesino!”, le gritaban.

Tuvo su último acto de servicio, con la conformación de la Multipartidaria, en 1981. Pero sus años de fumador compulsivo había hecho sus estragos. Fue internado en una clínica de La Plata, en la que una fotógrafa, disfrazada de enfermera, registró impunemente su agonía en terapia intensiva.

Falleció el 9 de septiembre de 1981. Días antes de ser internado, le confesó a su amigo Pueyrredón: “Raúl es el hombre para dirigir al partido, el hombre de consulta, el que marque la trayectoria”. Hizo política hasta el último momento. Infobae.

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